"Seamos capaces de sentir la satisfacción moral de un acto de libertad."

(Rodolfo Walsh)

domingo, 26 de julio de 2009

¿QUÉ TAN MALO PUEDE SER ODIAR? ideas que vienen y van sobre un texto de Antonio Gramsci

Me pregunto esto, sin aventurar en el título una postura definida.



Pero este pequeño texto de juventud de Antonio Gramsci, que fue publicado en 1917 y es inédito en castellano, agitó en mí algunos fantasmas respecto de cuestiones que damos por sentadas. Tal vez con este escrito de Gramsci pueda aportar algo al debate íntimo de cada quien, y por qué no, al debate público, acerca de si amar siempre esta bien y odiar siempre está mal.



En todo caso, vale leerlo y luego sacar algunas conclusiones.



Estoy re-publicando. Vengo de leer a Edgardo y recordé este texto que publiqué hace año y pico en el Trueque Muisca, espacio al que en algún momento llegué de la mano de Caselo.





ODIO A LOS INDIFERENTES - Antonio Gramsci (1917)





Odio a los indiferentes.
Creo que vivir quiere decir tomar partido.
Quien verdaderamente vive,
no puede dejar de ser ciudadano y partisano.
La indiferencia y la abulia son
parasitismo, son bellaquería, no vida.
Por eso odio a los indiferentes.



La indiferencia es el peso muerto de la historia.
La indiferencia opera potentemente en la historia.
Opera pasivamente, pero opera.

Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar.
Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos.



Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia.
Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos,
acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad,
permite la promulgación de leyes,
que sólo la revuelta podrá derogar;
consiente el acceso al poder de hombres,
que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar.



La masa ignora por despreocupación;
y entonces parece cosa de la fatalidad
que todo y a todos atropella:
al que consiente, lo mismo que al que disiente,
al que sabía, lo mismo que al que no sabía,
al activo, lo mismo que al indiferente.



Algunos lloriquean piadosamente,
otros blasfeman obscenamente,
pero nadie o muy pocos se preguntan:
¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad,
habría pasado lo que ha pasado?



Odio a los indiferentes también por esto:
porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes.
Pido cuentas a cada uno de ellos:
cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto
y les pone diariamente, qué han hecho,
y especialmente, qué no han hecho.
Y me siento en el derecho de ser inexorable
y en la obligación de no derrochar mi piedad,
de no compartir con ellos mis lágrimas.



Soy partidista, estoy vivo,
siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de
la actividad de la ciudad futura
que los de mi parte están construyendo.
Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos;
nada de cuanto en ella sucede es por acaso,
ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio
y la sangría de los pocos.



Vivo, soy partidista.
Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.


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Demás está decir que hay unos cuantos conceptos que no comparto, y muchos que sí de este texto de Antonio Gramsci, que, por cierto, debe leerse teniendo en cuenta el cómo y el cuándo fue escrito, teniendo en cuenta su fuerte politización.



Señoras y señores, el texto está servido...




3 comentarios:

María Marta Bruno dijo...

Como siempre, Blogger pone las cosas donde quiere, y yo no sé cómo corregirlo.

El texto tenía un formato que desapareció y sólo puede intuirse por los diferentes colores.

Ni hablar de los espacios...

Si alguien sabe cómo puedo hacer para recuperar el formato perdido, por favor... hágamelo saber.

Graciassssssssssssss...

Caselo dijo...

Mi María bonita. Admiro el pensamiento de Gramsci y, especialmente, este texto en el que la palabra "odio" se ajusta perfectamente al sentido que quiere darle: no más indiferencia. Más allá del contexto de la época de Gramsci siento que sus palabras podrían- deben- aplicarse en este siglo de la comunicación, el conocimiento y la globalización que, en lugar de conectarnos desde nuestra esencia, nos aisla.
Un besísimo

Carlos Eduardo

PD: En cuanto a su dificultad le cuento mi experiencia. Cuando quiero publicar y hago alguna corrección se me pierde el primer formato. Si eso le sucede vaya a Editar y resuelve el problema dejando su entrada tal y como la pensó la primera vez. Tiene que volver a hacer el proceso. Ej: escoger de nuevo la fuente del texto, los colores de las letras, la ubicación de las fotos, etc. Cuando termine publica, y si quiere cambiar algo regresa a Editar, inicia otra vez el proceso creativo de su post y publica al finaL. Blogger no guarda los benditos cambios, por eso la entrada no le queda como la imagina.

De nuevo besísimo

Carlos Eduardo

María Marta Bruno dijo...

Ay, Mago, Mago

En primer término, logré mejorar el aspecto del texto... ya es bastante... Y gracias por el dato.

De todo el texto de Gramsci a mí me llega profundamente la reflexión acerca de que la indiferencia es el peso muerto de la historia.

Pero también me identifica la parte de los lloricosos... Yo suelo confrontar a las personas que se quejan de la realidad, preguntándoles qué hicieron ellos para intentar cambiarla.

Los argentinos, al menos, somos un pueblo altamente demandante... Todo debe sernos dado. Hay conciencia de la necesidad de participar en una parte de la población. Pero cuando yo hablo de poner el cuerpo, destinar el propio tiempo y la propia comodidad, me miran como si fuera una loca desquiciada.

Somos un país de cómodos que esperan que los problemas los resuelvan los demás.

Yo no sé si los odio, pero los indiferentes me caen "gordo".

Besísimo