Pucha, que resulta difícil escribir así. Me pregunto por qué sólo tengo ganas de hacer esto cuando alrededor está todo mal… Bueno. No tan mal, sólo que las cosas no son como yo quisiera. O sí. Pero no en los tiempos en los que yo quisiera. Ya sé, ni falta hace que me lo digan. Puro gataflorismo. Ok, es cierto. Touchée.
¿Hace falta recordar qué significa “gataflorismo”? Tal vez para mis connacionales, no, pero si este texto –ay, Dios- cayera ante los ojos de algún hermano hispanoamericano, tal vez pudiera parecer chino básico. Y si cayera en manos de un chino, ni siquiera. Pues bien, lo que sigue es apenas a modo de explicación, y no un alarde de malos modales. Por mis pagos se llama “gata flora” a la mujer que nunca se conforma con nada, que se queja si no tiene algo y si lo tiene también. La expresión completa, con rima poética incluída es la siguiente: “Parece la gata Flora, cuando se la ponen grita, cuando se la sacan, llora”. Disculpen si estaban cenando.
Por si hiciera falta explicar aún más la expresión, y desde el punto de vista zoológico, tiene que ver con el coito entre los gatos, dado que el encuentro vital entre dos ejemplares está plagado de gritos y quejidos (¿no escuché yo esto antes en otro lugar?) y que por las características anatómicas del pene del gato, provoca dolor en la hembra, cuando intentan separarse, ante lo cual, ella, razonablemente, grita, llora, da zarpazos, muerde. Y es así que el macho triunfante vuelve a su casa lastimado, rengo, cachuzo, pero feliz… si tal cosa pudiera comprobarse.
Y dada la extraña evolución de los géneros, la sustantivación “gataflorismo” es perfectamente aplicable a los hombres, que ya no serían “gatas floras” sino “gatos floros”, claro que aquí habría un problema, porque los machos homofóbicos argentinos llaman, a veces, “Floro” o “Manfloro” al hombre que elige amar o desear a otro varón. Pero en todo caso, “gataflorismo” es una expresión bastante neutra, que permite aplicar el concepto tanto a hombres como a mujeres.
Hecha la salvedad del argot argentino para el caso, me interesa detenerme en el concepto del gataflorismo, a estas alturas ya sin entrecomillar, estamos como en familia… ¿no? La gata, Flora o no, está condicionada por su biología a lloriquear y buscar mugre entre los machos, para elegir al mejor padre para sus cachorros… Eso se llama control de calidad y sirve para garantizar la supervivencia de la especie. Pero entre humanos y humanas, la cosa no está tan determinada por la condición natural, salvo en “esos días” femeninos, en los que, invariablemente varía nuestro carácter y nos ponemos sensibleras, peleadoras, depresivas, eufóricas… todo alternado y sin solución de continuidad, gracias al revoltijo de hormonas que dura lo que tarda en irse. De todas formas, se nos llama gatas floras a las mujeres, como si los varones estuvieran exentos de esas atribuciones, sin hormonazos que los justifiquen.
Pregunto a la platea femenina cuántas veces tuvieron que pasar por situaciones en las que “sí pero no”, “te llamo” y luego, cri... cri... cri… sólo sonaron los grillos. Entonces, reclamamos lo prometido, y en ese momento llega el elenco estelar de excusas varias, empezando por eso de ‘te devuelvo la pelota y atajala si podés’, y me refiero a “me ahogás, si me perseguís todo el tiempo, qué querés que haga?”. Estratégico paso atrás, para no perder a nuestro hombre. Es al revés que en el fútbol, la marca personal tiene que ser a distancia.
Pregunto a la platea masculina cuántas veces dijeron a sus mujeres/novias/amantes/etc. que no podían estar con ellas porque iban a jugar al fútbol… y no fueron. Cuántas veces dijeron que estaban trabajando… y no estaban. Doy estos ejemplos sin que necesariamente haya que pensar que en esos casos estaba “la otra”… pero pueden anotarme un puntito y reconocer que cuando tienen esas actitudes, provocan, inevitablemente, reacciones en la mujer que padeció la mentira. Y luego las llaman gatas floras…
Por eso, y desde este humilde lugar, me permito refutar el gataflorismo. No es la insatisfacción, es el engaño. No es la incertidumbre, es el “verso”. No es la dependencia afectiva, es la duda.
En definitiva, no soy yo, sos vos. Igual te quiero.
2 comentarios:
me hago cargo de mis propios episodios de gataflorismo masculino, ejem.
Juassssssssss.... No está mal, nada mal...
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