Hace mucho tiempo que este blog está abandonado.
Intento encontrar una explicación y pienso que tal vez, como las cosas venían
bastante bien, no era necesaria mi voz en este foro. Hay muchos foros como
éste, más valiosos, y yo activo mucho a través de Facebook. Se me complica atender
tantas cuentas… Facebook, Twitter, el blog, los grupos a los que una se va
sumando… Y lo fui dejando.
Hoy me convoca lo que yo entiendo es un cambio serio de
escenario en la Suramérica, en la Latinoamérica toda: ha muerto el comandante
Hugo Chávez y un cardenal argentino de ideología derechista ha sido designado
Papa de la Iglesia Católica. No hay casualidades.
En principio, la partida del Presidente venezolano –no por
esperada menos triste- estaría bien cubierta por un pueblo organizado. Porque
el comandante dejó cuadros políticos organizados para su sucesión (porque sabía
que habrían de sucederlo). Nicolás Maduro, su vicepresidente, irá a las
elecciones con la bendición de Chávez y el fervor del pueblo venezolano. No
debería adelantarme, pero sospecho que no habrá sorpresas en los comicios
caribeños.
Aún así, Chávez era un jugador de varias posiciones, no sólo
en su país, sino en la región toda. Junto con Néstor Kirchner fueron dos
armadores políticos del carajo. Una dupla política que tal vez nunca se vuelva
a producir. Y ya no están, ni el uno ni el otro. Algo así como orfandad sentí ante la muerte
de cada uno de ellos, pero en el caso de Kirchner, nos quedaba Cristina al
mando, elegida por el 54 % de los ciudadanos y en el ejercicio de la
presidencia. Ante la muerte de Néstor, hubo conmoción en la gente, aún entre
aquellos miraban las cosas desde afuera. Néstor había dicho “que florezcan mil
flores”, y florecieron muchas más. Se abrieron conciencias. Se dijo entonces,
que a Néstor no lo enterramos, lo sembramos. En el caso de Venezuela,
desconozco cuántas cabezas y cuántos corazones se habrán abierto ante la muerte
del líder. La inmensa movilización que se produjo para despedirlo estuvo
formada por ciudadanos y ciudadanas dolientes, con conciencia de los logros
obtenidos de la mano de la Revolución Bolivariana, dignificados por Chávez a lo
largo de 14 elecciones de diferentes términos, ganadas consecutivamente,
incluso, superando un golpe de estado que duró 72 horas.
Y menos de diez días después, los cardenales del mundo
católico, pastores de una grey que se concentra mayoritariamente en el
continente americano, se reunieron en cónclave y eligieron a un par argentino,
de origen político peronista de derecha, tolerante frente a los crímenes de la
dictadura, y por si fuera poco un férreo opositor al gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner.
Jorge Bergoglio –ahora Francisco I- asoma como la fuerza
política que habrá de intentar romper la
unidad latinoamericana. Unidad que se consiguió muy arduamente, que se quedó
sin sus dos líderes más potentes y que, en líneas generales, presenta el
siguiente escenario: Rafael Correa, en Ecuador, reelecto, pero con intenciones
de retirarse; Cristina F. de Kirchner, por la mitad de su segundo mandato, sin
posibilidad de ser reelecta (y es mi opinión personal que aunque pudiera no
querría); en Brasil, la postulación de Dilma Russeff para su reelección; Pepe
Mujica en Uruguay, será sucedido probablemente por Tabaré Vázquez, también del
Frente Amplio, pero un poco más tibio; en Chile tal vez vuelva a ser elegida
Michelle Bachelet, tras un pavoroso período neoliberal; Evo Morales, en
Bolivia, que con Chávez perdió parte de su guía política; Ollanta Humala en
Perú; Paraguay, que luego del golpe de estado parlamentario que derrocó a Fernando
Lugo, vuelve a elecciones.
Nada será como antes, pero ¿cómo será todo?
¿Seremos capaces de mantener la unidad latinoamericana pese
a los embates que sabemos vendrán?
¿Seremos capaces de conservar nuestras alianzas políticas y
económicas que hasta ahora nos salvaron de la debacle financiera del primer
mundo?
En el horizonte se ven imaginarias hordas de opositores,
blandiendo insultos junto con la bandera papal, que es todo lo que tienen.
Pero nosotros, en el aquí y ahora, además de nuestras
certezas, ¿qué tenemos?
¿Tenemos los cuadros políticos necesarios para garantizar la
continuidad del Proyecto Nacional y Popular, que no tendría sentido –ni posibilidades-
si no fuera en el marco de la Patria Grande?
Este es un posteo a micrófono abierto. Y se acaba de abrir
el micrófono...
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