"Seamos capaces de sentir la satisfacción moral de un acto de libertad."

(Rodolfo Walsh)

domingo, 7 de noviembre de 2010

EL DIA DESPUÉS DEL DÍA




A algunos le vida les pasa, como pasa un niño en triciclo en la vereda de enfrente, la miran desde afuera, casi como si fuera una película. Otros elegimos que la vida nos suceda,, con todo lo bueno y con todo lo malo. Aprendimos a aprehender la vida.

Estos días son para mí el día después del día. Hubo un antes que sorprendió, porque no se lo esperaba, y hay un ahora, en el que todos los estantes están revueltos. Hubo un momento en el que la vida, a veces tan despreciada, cobró un valor incalculable.

Por eso éste es mi día después del día. Es el día en el que decidí aferrarla, no soltarla, no abandonarla, no desmerecerla, no postergarla, no malgastarla.

Y desde hace unos pocos días estoy aferradísima a esta vida mía, tal vez como nunca antes, porque esta vez no estoy viva porque algún día me parieron y la vida siguió su curso. Estoy más viva que nunca, porque elegí estarlo, después de que la posibilidad del “game over” me coqueteara un poco.

En rigor de verdad nada grave sucedió. Sólo existió, hace algunos meses, la posibilidad de que algo no saliera bien. Y pasaron por mi cabeza cosas en las que no había pensado antes. En la necesidad de dejar mis papeles en orden. De pensar qué hacer con mis muchos animales. De empezar a organizar las cuestiones legales, para que todo fuera simple para mi hermana, que en definitiva, va a ser quien se encargue, algún día, de organizar la fiestita de despedida.

Yo sé que puede parecer exagerado, pero, hija de la mixtura judeo-cristiana al fin, empecé a acomodar las cosas, y sólo me faltó conchabar, por las dudas, el carro fúnebre.

Llegó el día de ir al médico para buscar los resultados de una intervención quirúrgica pequeña, y me descubrí caminando las calles y disfrutando hasta del airecito que me daba en la cara, como si me estuviera despidiendo. Y un revoltijo de sensaciones cuando, luego de que el cirujano, resultado de biopsia en mano, me devolviera la tranquilidad.

Fue una mezcla de alegría, de sensación de recomenzar, de segunda oportunidad. Supe, entonces, que tenía que elegir de qué modo seguiría el camino.

Elegí algunas cosas:
Que voy a vivir mejor.
Que voy a disfrutar hasta de las cosas más chiquitas.
Que no me voy a hacer problema, aún por las cosas más grandes (no siempre me sale bien).
Que no le voy a permitir a nadie que me lastime (ésta tampoco me sale del todo bien).
Que no voy a pagar ningún precio por sentirme amada. O deseada. O incluída.
Que voy a darme, cada vez que se presente la ocasión, y como decía Rodolfo Walsh, la satisfacción moral de un acto de libertad.

Yo creo que como alguna vez dijo el Che, supe endurecerme, sin perder la ternura, jamás. Pero cada día quiero menos dureza y más ternura.

Estoy caminando, siento el aire fresco en la cara, y siento mi cabello volar. Miro hacia adelante como si no hubiera horizonte. Respiro. Profundamente.

Porque nunca antes estuve tan viva... Cantaba Alberto Cortez que así es la vida de caprichosa, te da primero la espina, después la rosa.

Aquí ando yo, disfrutando de esta hermosa rosa que supe conseguir. Aunque no voy a negar que de tanto en tanto me olvido de mirar, y pongo el dedo sobre una espina.

No hay comentarios: