¡QUEREMOS EL PAN, PERO TAMBIEN QUEREMOS LAS ROSAS!

Esta frase fue escrita en una pancarta, en el marco de una fortísima huelga textil llevada a cabo por mujeres trabajadoras, en la ciudad de Lawrence, Massachusetts, en los Estados Unidos, en 1912. Desde 1908 reclamaban por jornada reducida, aumento de salarios y reconocimiento de los sindicatos.

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Como si el tiempo no hubiese pasado... ¿no?

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Fue una expresión tan contundente que aún hoy en día, las mujeres trabajadoras ocupadas y desocupadas argentinas de izquierda e independientes, se reúnen en torno del nombre de Pan y Rosas, en procura de mejorar sus condiciones de vida. La organización surgió al calor de la lucha de las obreras de la Textil Brukman, de Buenos Aires, vaciada por sus dueños y recuperada por sus trabajadores, en 2003.

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Volviendo a la huelga de Lawrence –que pasó a la historia como la huelga de Pan y Rosas- cabe destacar que por aquellos años, la industria textil era particularmente pujante porque se sostenía en el trabajo de inmigrantes, mujeres y niños, quienes recibían salarios menores a los de los hombres blancos estadounidenses. Ellos eran considerados “obreros calificados”. El resto… el resto no existía para la American Federation of Labor (Federación Americana del Trabajo), por lo que el reclamo fue tomado por la Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo). 

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Algo suena conocido… ¿no?

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En el marco de la huelga, las mujeres se enfrentaron a dos inconvenientes particularmente graves: la represión policial sustentada por las patronales y el machismo de sus propios compañeros. Estamos en enero de 1912.

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Para combatir la primera, desde 1909, organizaron piquetes móviles en derredor de las fábricas, para eludir la acción de la policía y la de quienes iban a “carnerear” la huelga. En Argentina llamamos “carneros” a quienes boicotean los paros de actividades yendo a trabajar, en contra de la decisión mayoritaria.

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Para lograr mayor participación de las mujeres, se decide la creación de guarderías y comedores, de modo que las trabajadoras pudieran participar. Es necesario recordar que por aquel entonces, las mujeres, además de trabajar, se encargaban de las tareas de la casa, cocinar, limpiar, lavar, criar a los hijos…

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¿Por qué escribo sobre algo sucedido hace casi 100 años sintiendo que muy poco ha cambiado?

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Frente a un discurso unívoco para los niños, estructurado por el poder a través de las escuelas, se organizan charlas para explicarle a los pibes por qué sus mamás y sus papás estaban en huelga. La prensa del sistema no fue ajena a la propaganda oficial.

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¿Alguien puede explicarme por qué todo es tan “déjà-vu”?

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Para proteger a los chicos de la represión, se decide mandarlos a otras ciudades. Sólo así las mamás estarían tranquilas como para poder sostener la huelga. Un primer tren con 120 pibes logra salir, cuando es el turno del segundo, madres y niños son reprimidos. 
La repercusión por la represión a las mujeres y a los chicos fue tal, que finalmente las obreras textiles consiguieron reducir la jornada laboral y un aumento en sus salarios.

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DE VUELTA EN EL SIGLO XXI (aunque parece que siempre estuvimos aquí, no? O tal vez nunca salimos del s.XIX…) 

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Más allá de algunos logros, las mujeres todavía ganamos menos que los hombres por la misma tarea, y seguimos siendo discriminadas en educación, salud y otros aspectos sociales. La AFL-CIO es la Federación Americana del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (la sigla surge de los nombres en inglés: American Federation of Labor and Congres of Industrial Organizations), que reúne a 56 uniones de trabajadores, nacionales e internacionales, y que integra la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres.

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Según la AFL-CIO las mujeres componemos el 39 % de la fuerza laboral del mundo, y aún así somos el 70 % de la pobreza mundial. Las mujeres continuamos siendo víctimas de la violencia por el mero hecho de ser mujeres.

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Según la AFL-CIO, las mujeres trabajadoras enfrentamos amenazas particulares. La mayoría de nosotras a lo largo del mundo somos relegadas a labores de baja destreza y bajos ingresos, donde el trabajo es peligroso. También enfrentamos discriminación, acoso sexual y abuso físico de parte del patrón.

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UN POCO DE POESÍA

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El poeta James Oppenheim había escrito en diciembre de 1911, apenas un mes antes de que se desatara la huelga de Lawrence, y lo llamó como la consigna: PAN Y ROSAS (en el original, Bread and Roses)

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 Mientras vamos marchando, marchando, a través del hermoso día

un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías

son tocados por un radiante sol que asoma repentinamente

ya que el pueblo nos oye cantar: ¡Pan y rosas! ¡Pan y rosas!

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Mientras vamos marchando, marchando, luchamos también por los hombres

ya que ellos son hijos de mujeres, y los protegemos otra vez maternalmente

Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte,
los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos

¡dennos pan, pero también dennos rosas!

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Mientras vamos marchando, marchando, gran cantidad de mujeres muertas

van gritando a través de nuestro canto su antiguo reclamo de pan;

sus espíritus fatigados no conocieron el pequeño arte y el amor y la belleza

¡Sí, es por el pan que peleamos, pero también peleamos por rosas!

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A medida que vamos marchando, marchando, traemos con nosotras días mejores.

El levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la humanidad.

Ya basta del agobio del trabajo y del holgazán: diez que trabajan para que uno repose

¡Queremos compartir las glorias de la vida: pan y rosas, pan y rosas!

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Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte;

los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos

¡pan y rosas, pan y rosas!

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Los corazones padecen hambre,

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al igual que los cuerpos

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¡pan y rosas, pan y rosas!

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La foto fue tomada de www.pyr.org.ar. Se ve a los niños marchando junto a sus padres.

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